Misionero jesuita nacido en Tenerife en 1534, dedicó su vida a la evangelización y defensa de los derechos de los indígenas brasileños
El Papa Francisco ha destacado de José de Anchieta, que fue beatificado en 1980 por Juan Pablo II, que es un modelo de la evangelización de América, tanto del norte como del sur. Su canonización es “equivalente" o extraordinaria, es decir, no está fundada en un milagro reciente del beato y se produce porque el papa reconoce y ordena su culto público y universal sin haber pasado por el procedimiento ordinario de la canonización formal.
De ascendientes vascos, y emparentado con San Ignacio de Loyola, José de Anchieta nació el 19 de marzo de 1534 en San Cristóbal de La Laguna. Estudió en la universidad portuguesa de Coimbra, regentada por los jesuitas, y tras su ingreso en la Compañía de Jesús pidió ser enviado a misiones. En 1553 llegó a Brasil y comenzó su misión, centrándose en atender a los pueblos indígenas, aprendiendo su lengua y adoptando muchas de sus costumbres. Puso en marcha una misión en Piratininga (la actual São Paulo) con objeto de ofrecer formación muy práctica a las comunidades indígenas: artesanía, construcción, alimentación, medicina, evangelización, escritura. Su labor en el país le llevó a ser reconocido como el Apóstol de Brasil.
Su afán de paz y de servicio a todos, al igual que su notorio afán de aprendizaje con investigaciones sobre la naturaleza del entorno o su talento literario (poesía, narrativa, teatro) han hecho de él un ejemplo a seguir para la comunidad religiosa en general y lo han convertido en un modelo de actuación para una evangelización respetuosa con los pueblos y las culturas indígenas. Con su canonización José de Anchieta se sitúa en la estela de otros muchos grandes hombres, como Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas o Ruiz de Montoya.
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